Ya os conté lo duro
que fue el primer negativo, pero eso pasó y me tragué mis
sentimientos, aunque seguían ahí haciéndome daño desde dentro, y
me recompuse como pude.
Tiré de picaresca y
decidí hacer caso omiso a esperar un nuevo ciclo y con la siguiente
regla, me planté en ventanilla para pedir cita. Nadie me dijo nada
de que no pudiese iniciarse tratamiento por acercarse la navidad, así
que al menos podía continuar en ese ciclo... O eso pensaba, porque
justo cuando tuve la primera eco (esa con regla que tan agradable
es), que por cierto, fue con la dra. Matanueras, jefa suprema del
departamento de reproducción asistida y rancia como ella sola, (que
no se percató que ahí estaba yo desoyendo sus indicaciones de
esperar otro ciclo. El que no mire a la cara jamás a sus pacientes
tenía que tener alguna ventaja...) me vio un quiste funcional, así
que paradojas del destino, me vi obligada a quedarme en el banquillo,
pero al menos era por una razón de peso...
Me recetó las
primeras anticonceptivas que tomé en mi vida, y a casa.
Aquí se produjo la
segunda llantina por móvil a un marido que al estar en el trabajo y
no poder expresarse al estar “con público” se volvió a quedar
con el corazón como una patata. Pero reconozco que esta vez para mí
fue menos doloroso que la otra vez.
Comentaros que
durante todo el proceso desde que nos derivaron a Reproducción
Asistida y en cada parón por las pruebas (como la
histerosalpingografía, que según se dice, la prima de una amiga de
una conocida de alguien se quedó embarazada tras esta prueba), entre
tratamientos... Siempre quise sentir que eran oportunidades para que
se produjese un embarazo espontáneo. Era mi manera de buscar
positividad para afrontar cada espera, era tiempo de descuento. Y
puedo asegurar que desde el primer momento en que nos pusimos en
manos de profesionales y muchas de las ocasiones anteriores incluso,
nuestros encuentros amorosos fueron sóla y exclusivamente por placer
(salvo los programados, y aún así lo intentamos), sin ansiedad,
nervios, ni nada de eso...
El problema era
otro, claro, pero lo digo por aquellas personas que piensan que somos
unas agonías de la vida que no nos quedamos embarazadas porque nos
boicoteamos a nosotras mismas por nuestras ansias neuróticas de
tener un bebé. ¡Basta ya!
El 19 de enero de
2015 comenzamos la siguiente estimulación, que fue exacta a las
anteriores, no sé si sería adecuada o no, porque nunca hubo
variaciones, salvo en número de días de administración. Y paro
aquí para hacer un inciso: Veréis que no os doy información sobre
número de folículos, tamaños, localización, tamaño del
endometrio... Pero no es porque no quiera dar esos datos o los pase
por alto, es que nunca se me dió esa información, aunque la
pidiese, ya que la dra. Matanueras no contestaba aunque lo preguntase
expresamente y respondía con respuestas esquivas y bordes, claro que
siempre estaba muy ocupada respondiendo por el móvil a los pacientes
de su consulta privada como para escuchar mis tonterías... Los
ginecólogos más amables se limitaban a decir que iba bien y punto.
La inseminación fue
el día 28 de enero (esta vez molestó un pelín), la regla debería
haber bajado el 13 de febrero y el test negativo fue el 17. Hicimos
lo mismo que la vez anterior, TE el día antes para no enfrentarme
sola a la noticia. Y como siempre, negativo. Lo afrontamos con la
entereza que pudimos y a seguir.
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