Ayer hablábamos en Twitter Hipster de extrarradio, Hoping4U y yo sobre lo
lloronas que estamos a veces y conecté con una teoría que hace poco
estudié, prometí un post sobre ello y como soy muy bien mandá,
aquí está.
Desde
que somos pequeñitas siempre hemos sido educadas para no llorar.
Llorar es símbolo de fragilidad, de ser caprichosa, ñoña, tonta...
Y si esto pasa desde nuestra niñez, con la edad adulta no mejora,
sino todo lo contrario.
El llorar resulta socialmente molesto e incómodo. A los niños se les distrae con un juguete con una canción o se les niega lo que les pasa (¡No ha sido nada!) para reprimirlo y si lo extrapolamos a los adultos, los juguetes y canciones se cambian por frases como "No va a servir de nada que llores", "llorar no va a hacer desaparecer el problema", "¡vamos de copas/compras y se te pasa!" y muchas veces no damos lugar al duelo y ante cualquier pérdida nos llegan mensajes que nos empujan a actuar como si nada hubiese pasado (lo que conecta con lo que Antonio Guijarro llama empujar fuera del sitio donde estás), con "normalidad" y el dolor debe ser digerido cuanto antes para no ser molesto para los demás.
Y
hablo como mujer, ni qué decir tiene que los hombres aún lo tienen
peor a la hora de demostrar sus sentimientos a través del llanto, ya
que a las connotaciones negativas que a nosotras nos aplican, a ellos
se les suma culturalmente etiquetas que ponen en cuestión su
virilidad o su fortaleza... Porque todos sabemos, como muy bien dijo
Miguel Bosé hace años en una canción, que los chicos no lloran...
Pero
nadie lo hace con maldad, no estamos preparados para acompañar el
llanto ni sabemos llorar acompañados, yo la primera.
Hablaré
sobre el llanto desde mi prisma de mujer infértil, ya que estos
estudios tienen una muy útil aplicación en la manera en que
acompañamos a los bebés y los niños y se podría profundizar mucho
más en su relación con el aprendizaje y el desarrollo cerebral,
pero ese es otro tema y hoy sólo daré unas pinceladas sobre cómo
podemos recoger toda esta información que la ciencia aporta para
vivir nuestra vida adulta y nuestra infertilidad de manera más
saludable.
William
Frey, bioquímico de la universidad de Minessota, ha desarrollado
trabajos sobre el llanto a lo largo de más de quince años, y las
considera una más de las excreciones humanas (como lo son la orina,
el sudor...). Es el recurso que el cuerpo tiene para eliminar y
liberarse de aquello que no necesita.
En
sus estudios analizó la composición de las lágrimas y en base a lo
que encontró, las clasificó en tres tipos:
-Lágrimas
basales: mantienen el ojo lubricado y protegido de bacterias e
infecciones, ya que, entre otros componentes, contienen una lisozima
antibacteriana que también se encuentra en la saliva.
-Lágrimas
reflejas: aquellas que se producen en cantidad para limpiar el ojo
cuando lo invade algún cuerpo extraño o es irritado con alguna
sustancia (cebolla).
-Lágrimas
emocionales: tienen una química diferente a las anteriores, ya que
contiene hormona adrenocorticótropa, ACTH, manganeso y cortisol,
entre otros, que se generan y se acumulan ante el estrés psicológico
o físico, como el dolor, cansancio, miedo...
Está
demostrado que la acumulación excesiva de manganeso se relaciona con
estados de depresión, mientras que los altos grados de hormona ACTH
están ligados a ansiedad y estrés crónicos.
Por
otra parte también se liberan endorfinas que poseen un efecto
calmante y nos hace sentirnos bien.
¿Qué
ocurre cuando reprimimos el llanto?
El
aumento de esas hormonas que no liberamos como de manera natural el
cuerpo haría para limpiarlo en su proceso homoestático, puede
generar una serie de patologías físicas tales como estrés crónico,
enfermedades cardíacas, ya que se producen alteraciones en el ritmo
cardíaco, depresión crónica, úlceras o colitis, dermatitis,
hábitos nocivos o compulsivos (morderse las uñas, tics,
adicciones...). Pero también el reprimir el llanto desde nuestra
niñez y más aún en nuestra etapa adulta a nivel psicológico puede
dar lugar a silencio, conformismo, indiferencia, rechazo, contención,
aislamiento, resignación o agresividad.
Me
veo reflejada en un buen ramillete de las manifestaciones anteriores
y eso que soy muy llorona...
Por
todo eso se considera saludable el encontrar esos momentos de
desahogo que nos liberen de aquello que nos resulta dañino y que de
manera natural el cuerpo está diseñado para realizar.
*Os
he dejado como imagen de esta entrada una frase de mi admirada Frida
Kahlo, mujer infértil, que quizás hoy en día hubiese podido ser
madre mediante algún TRA o gestación subrogada, y con la que me
siento muy identificada porque sólo quien pasa por este camino puede
saber a ciencia cierta lo que se siente. Fue una las primeras imágenes que
compartí en mi cuenta de Twitter y su reflexión me ayudó mucho al
principio a liberarme de todo esos posos de dolor que la infertilidad
va dejando.
Espero
que este enfoque que ofrece la evidencia científica ayude a
canalizar lo que sentimos sin que ello merme la imagen de mujeres
luchadoras que sin duda somos.