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miércoles, 13 de octubre de 2021

Infertilidad secundaria. La historia de Helena.

Hola, ¿Cómo estáis?

Hacía mucho tiempo que quería escribir sobre dos temas que me parecen muy interesantes y que despiertan muchas dudas, muchas veces relacionados, como son la infertilidad o esterilidad secundarias y la maternidad con origen diferente, como indico en el título.

Quizás sean temas poco tratados y he contactado con dos mujeres que se han encontrado en esa situación y generosamente han querido ofrecernos sus testimonios.

¿Qué sentimientos se experimentan cuando tras ser madre sin tratamiento no consigues volver a serlo sin ayuda?

Una vez conseguida esa segunda maternidad o embarazo ¿Qué diferencias existen, si las hay, entre ambas?

Intentaremos responder a éstas y otras preguntas de la mano de Argia y Helena, además, en el tema de maternidad con gameto propio/donado también puedo aportar mi propia experiencia.

Para que no quede un post interminable, he decidido dividirlo en dos que publicaré simultáneamente.

En uno contaremos con el relato, sin pausas, de Helena, y en el siguiente, tendréis la entrevista con Argia y alguna aportación personal.

Allá vamos sin más dilación y os dejo con Helena y sus palabras, sin resumir, porque considero que perdería intensidad su historia. 

Nos hablará de infertilidad secundaria y el largo camino recorrido hasta su actual y celebrado embarazo evolutivo de ¡ya más de 20 semanitas!:

 

Infertilidad secundaria y doble maternidad

"Conozco a mi pareja desde que éramos adolescentes, aunque no nos hicimos pareja hasta muchos años después. Como ya nos conocíamos tanto, enseguida decidimos ir a por el bebé y nació nuestra hija: un embarazo natural, buscado y que vino a la primera. Todo maravilloso. Yo cumplía los 36 ese mismo verano.

Habíamos hablado mil veces sobre la familia que nos gustaría formar y nos imaginábamos con tres peques, así que cuando nuestra hija cumplió año y medio fuimos en busca del hermanito.

Como la vez anterior, en cuanto me vino la regla me volví a quedar embarazada. Tenía 37 años y medio. La ilusión era tremenda.

Igual que en el primer embarazo, decidimos hacer el test de diagnóstico prenatal no invasivo. Esta vez los números del triple screening no habían salido tan bien como la vez anterior, pero no nos imaginábamos lo que estaba por venir.

Cuando estaba embarazada de 13 semanas fuimos a recoger el resultado del test, hacía una semana me había hecho una ecografía y todo iba fenomenal. Cuando vi el resultado con trisomía 21 se me vino el mundo encima.

En ese mismo momento, como la consulta de mi ginecóloga está en el mismo hospital donde recogí el test, subimos a compartir resultados.

Nos dijeron que había que hacer una biopsia de corion para confirmar el diagnóstico y mientras llegaba el especialista me hicieron una ecografía. El corazón de mi bebé se había parado. En ese momento mi mundo también se paró, había perdido a mi pequeñín. Estaba a punto de cumplir los 38.

Me dijeron que esto sucede, que es normal. Así que pasé un par de meses como pude, secando mis lágrimas y cuando quisimos volver a intentarlo se cruzó una piedra en el camino: Me diagnosticaron una enfermedad contagiosa que había contraído en el trabajo, de esas que pensabas que no circulaban desde el siglo XVIII... Y eso me obligó a tomar una medicación muy fuerte y posponer mis planes de maternidad otros seis meses más.

A nivel psicológico me afectó bastante porque veía que iba cumpliendo años y se iba retrasando.

En cuanto acabé el tratamiento me dijeron que ya podía volver a intentarlo y allá que fuimos.

Me quedé enseguida embarazada. Tenía casi 39 años.

Esta vez en la semana 6 empecé a sangrar y también lo perdí. No me supieron decir el motivo, de nuevo era "normal".

Había vuelto a perder un bebé, sólo eran 6 semanas, pero era tan deseado y esperado... El dolor no se mide en semanas.

Pasados los dos meses de rigor, volvimos a intentarlo y otra vez me volví a quedar embarazada enseguida. Tenía algo más de 39 años.

Esta tercera vez iba muerta de miedo, con mucha prudencia y de nuevo tuve un sangrado que acabó en aborto en semana 9.

Otra pérdida. Otro mazazo: el definitivo.

Habíamos llegado al final de una vía. Necesitábamos ayuda profesional.

Esta vez pudimos analizar el embrión y tenía trisomía 13 y 18. Gracias a este resultado pudimos empezar nuestro camino en la reproducción asistida con una pista fiable: Teníamos un problema con la calidad de los embriones.

Llegado este punto, yo estaba emocionalmente devastada. Por un lado, la frustración de haber estado embarazada hasta en tres ocasiones y ver que tu sueño se escapa.

Has pasado meses en los que te has hecho ilusiones, habíamos pensado cómo anunciar a nuestra hija que tendría un hermanito, habíamos proyectado nuestro siguiente verano... y esa imagen se alejaba.

Cada vez te va costando más ilusionarte y confiar en que las cosas irán bien.

Mientras tanto, a tu alrededor no dejan de anunciar embarazos y piensas: ¿por qué en mi caso es diferente? ¿por qué no lo consigo?. Y cada vez que te dicen eso de "la naturaleza es sabia" se te clava una espinita; y cada vez que te dicen "tienes que relajarte y llegará" piensas si todas esas embarazadas que hay a tu alrededor, que trabajan el doble de horas que tú, que no dejan de quejarse del estrés que sufren, estarán relajadas... Porque tú haces deporte, meditas, cuidas tu alimentación y pasas tiempo de calidad con la gente que quieres, pero todo eso no es suficiente.

Nuestro deseo de volver a ser padres era tan fuerte que enseguida nos pusimos a buscar alternativas, teníamos dos: adopción y reproducción asistida. Fuimos a por ambas.

Nos apuntamos a una charla sobre adopción y ese mismo día nos inscribimos en la lista de espera para pasar la idoneidad para adopción nacional. Llevamos en la lista de espera desde diciembre del 2019, escribo esto en julio de 2021 y aún no nos han llamado. Y ese paso sólo es para pasar la idoneidad.

En ocasiones algunas personas juzgan a quienes acudimos a reproducción asistida diciendo que con la de niños que hay en el mundo es más fácil adoptar, bueno, pues doy fe de que no lo es.

Como he dicho, iniciamos las dos vías en paralelo, así que empezamos a visitar clínicas de fertilidad. Visitamos unas 7 porque queríamos conocer diferentes opiniones, empaparnos bien del tema e informarnos muchísimo.

En la primera clínica a la que fuimos nos cobraron 150 euros por la primera consulta, salí de allí con las recetas ya de la medicación para hacerme la estimulación, es decir empezar a pincharme, pero decidí no hacerlo, decidí seguir informándome.

Habrá a quien eso le funcione pero a nosotros nos pareció demasiado precipitado. Pagamos muy caro cada fracaso, económicamente y sobre todo, emocionalmente, así que no quería jugármela tan rápido. No quería tener otro aborto.

Mientras íbamos visitando más clínicas iba haciéndome diferentes pruebas.

Por primera vez en mi vida me hablaron de reserva ovárica. Desde que me vino la regla por primera vez he hecho mis revisiones ginecológicas y nunca nadie me habló de ello. Me salió 0,7, era bajita, pero había que intentarlo.

Cuando nos decidimos sobre la clínica y el tratamiento, empecé con el Testogel y cuando ya me tocaban los pinchazos llegó el confinamiento y cancelaron el tratamiento y la punción. Tuve que esperar dos meses a que se reanudaran los tratamientos.

Si una cosa he ido aprendiendo en este mundo de la infertilidad es que los imprevistos y las esperas son de lo más habitual y de lo primero que tienes que armarte es de paciencia porque no controlas nada.

A finales de Mayo del 2020, en plena pandemia por COVID, por fin empecé mi primer tratamiento de fecundación in vitro.

Iba con mi justificante de desplazamiento por visita médica, las carreteras vacías, las calles vacías y yo iba sola a las visitas de control porque tenía un objetivo claro, iba a ser mamá.

De la primera estimulación conseguí 9 óvulos. Nada mal para mi AHM y estar casi a punto de cumplir los cuarenta. Cinco días después llegaron tres a blastocisto, les hicieron la biopsia y al frigo.

Con el buen resultado de óvulos que habíamos obtenido de la primera punción, la doctora me propuso hacer duo-stim, una segunda estimulación en el mismo ciclo, que se inicia 5 días después de la punción y fuimos a por ello.

Conseguí más o menos el mismo número de óvulos pero en este caso sólo uno llegó a blastocisto. Cuando recibimos el resultado del  DGP (Diagnóstico Genético Pre-implantacional) de los cuatro, tres eran aneuploides y uno mosaico, es decir, no concluyente.

Yo tenía pánico a tener otro aborto. Nos asesoramos con varios profesionales sobre la posibilidad de transferir el embrión mosaico y finalmente tomamos una decisión difícil: No lo íbamos a transferir porque nos habíamos metido en el mundo de los tratamientos para conseguir un bebé, para jugar al azar lo podíamos seguir intentando de manera natural.

Mi pensamiento era que el día que me haga una transferencia quiero tener una seguridad de que va bien y no de estar jugando a la lotería de nuevo.

Decidimos hacer un tratamiento más y como la estimulación anterior había ido bien, repetimos la misma medicación.

Ya iniciado el tratamiento empecé a leer en la #Infertilpandy que en muchas ocasiones a la baja calidad ovocitaria se sumaban problemas en el semen que no se detectaban con las pruebas que ya habíamos hecho, seminograma y FISH.

Le comenté a mi chico que quería hacer el COMET, un test para ver la fragmentación de la doble cadena del ADN espermático. Al principio, él era un poco reacio porque esa idea venía de lo que yo había leído en redes sociales y no de lo que nos habían aconsejado los doctores.

Al final, yo creo que por contentarme, accedió a hacerse el test. El resultado fue alto porcentaje de fragmentación (80%), así que aplicaron Fertile chip en laboratorio y conseguimos otros dos blastos. Aún así, ninguno era bueno. El DGP nos dijo que los dos eran aneupolides, así que bueno, ahí acabó mi experiencia con la fecundación in vitro...

Yo ya tenía 40 años y mi hija ya tenía 4 y yo quería tres y todos seguidos, veía que el tiempo iba corriendo en contra y no tenía más tiempo ni dinero que perder.

Decidimos tomarnos el verano de descanso. Emocionalmente necesitaba digerir todo lo que había pasado. Las tres estimulaciones habían sido en apenas tres meses y necesitaba procesarlo.

En ese momento el duelo genético no fue algo que me afectara tanto, lo acepté y lo abracé porque mis posibilidades de ser madre no se acababan ahí, nos quedaba la vía de la ovodonación, así que de entrada eso era lo más importante, aún había esperanza. Sin embargo, llegado el otoño, cuando ya estaba en la clínica buscando donante, me vino el bajón del duelo genético y busqué ayuda psicológica.

En mi caso tengo decir que no he tenido miedo a quererle diferente, esa duda no le ha tenido nunca, pero sí que, al final, tengo una hija de mi óvulo y ahora voy a tener otro que no, y eso sí me creaba ciertas inseguridades y miedos.

Pienso si en el futuro se van a sentir diferentes, si el segundo se va a sentir menos hijo mío por no ser mi óvulo... Me ayudaron muchísimo las sesiones con la psicóloga.

También hice una sesión con la psicóloga de la clínica de fertilidad, que me ayudó a tomar con más naturalidad cómo compartir esa información con mi hijo llegado el momento. Cada familia debe decidir con quién va a compartir esa información, en nuestro caso sólo lo compartimos con nuestros padres y cuando llegue el momento se lo contaremos a nuestros hijos.

Como he dicho antes, este camino está lleno de esperas y para encontrar una donante tuvimos que esperar tres meses ya que hicieron varios cruces que resultaron ser no compatibles.

Buscábamos una donante con fertilidad probada y mi pareja es portador de 3 mutaciones genéticas, así que nos teníamos que asegurar que la donante no fuera portadora de las mismas.

Finalmente encontramos donante y el tratamiento fue muy bien, conseguimos siete blastos y tras el DGP, cinco de ellos eran euploides.

Cuando haces tratamiento de ovodonación, como la donante siempre es menor de 35 años no es necesario hacer DGP pero en nuestro caso preferimos hacerlo.

De no haberlo hecho quién sabe, quizá el primero de los embriones que me hubieran transferido hubiera sido un aneupliode, habría tenido que pasar por un aborto y sobretodo habría tenido la incerteza de no saber qué ha ido mal. Ahora tenemos cinco blastos euploides, me he transferido uno y tengo la tranquilidad que todo lo que hemos podido preveer está controlado, y si por lo que sea no va bien, sabemos que no será estadística ya que a ninguna edad el 100% de los embriones son sanos, sabremos que nos falta mirar alguna cosa, que algo se nos ha pasado por alto.

Cuando estaba apunto a hacerme la transferencia, como había visto en la #Infertilpandy que varias chicas habían tenido problemas con la ventana de implantación, pregunté a mi doctora sobre el test endomeTRIO. Ella me dijo que al tener una hija y haber tenido varios embarazos sin problemas no creía que tuviera problema con la ventana de implantación, y que hacer el test implicaría que la transferencia no podría ser en ciclo natural, pero que si quería podía mirarme la microbiota. Y suerte que sí quise.

Como mirar la microbiota era simplemente preventivo para ir más tranquila y nada hacía pensar que podría salir alterada, empezamos a preparar la transferencia. 36 horas antes recibí una llamada de mi doctora, la microbiota había salido alterada y teníamos que cancelar. Imaginaos el chasco por un lado y el alivio por otro...

Con esa microbiota la transferencia hubiera acabado en un aborto. Tras consultar con un microbiólogo, la doctora me envió el cocktail de medicación y tres semanas después de haber tomado los antibióticos y combinación de 3 probióticos repetimos la microbiota. En esta segunda prueba ya no había patógenos, aunque el nivel de lactobacillus no era el óptimo. Aún así, valoramos que como el resultado de la microbiota tarda tres semanas en realidad mi situación era mejor de lo que ponía en la microbiota y decidimos programar la transferencia, que esta vez sí pudimos hacer.

Fue muy emocionante ver que por fin se culminaba un proceso, ver como ese pequeñín ya estaba dentro de mí y ahora empezaba mi papel.

Cuando haces ovodonación hay un momento en que te sientes fuera del proceso. Es tu donante quien hace la estimulación, tu pareja la que va a dar la muestra y tú eres sólo una espectadora. Pues bien, el día de la transferencia por fin llegaba mi momento de decirle a ese bebé que soy su madre, que lo voy a cuidar y que por favor se quede.

Ha sido un camino bastante difícil, bueno, lo está siendo, porque no ha acabado, mientras escribo estas líneas estoy embarazada de 9 semanas. He de decir que uno de mis pilares principales en todo este proceso, aparte por supuesto de mi pareja que ha sido sin duda mi mayor apoyo, ha sido la #Infertilpandy, un grupo de mujeres que estamos o hemos pasado por experiencias similares, donde nos escuchamos sin juzgarnos, donde nos asesoramos, nos acompañamos, nos consolamos cuando las cosas van mal y nos alegramos por nuestras compañeras cuando las cosas van bien, porque esos éxitos nos dan esperanza a todas.

Todo eso es muy difícil encontrarlo en otro sitio, al final las personas a las que más quieres acaban haciendo un comentario con muy buena intención pero no por eso menos hiriente.

Aún recuerdo como personas de mi familia después de tres abortos, cuando les comentamos que íbamos a ir a una clínica de fertilidad nos decían que nos quedáramos como estamos. Es cierto, estábamos muy bien, con una hija maravillosa y eso nunca lo hemos perdido de vista, pero si nosotros queremos luchar por nuestro sueño, es una decisión personal y escuchar que hay quien piensa que te estás equivocando no ayuda ni aporta nada.

Tanto mis padres como mis suegros han tenido una actitud admirable, hemos sido totalmente transparentes con ellos en todo el proceso y nunca nos han hecho ningún comentario fuera de lugar, nos han escuchado y acompañado sin preguntar, sólo han estado ahí y eso es lo más importante, no hace falta nada más.

Mi marido y yo tenemos un mantra: "Que nuestro sueño no empañe nuestra realidad, que es preciosa".

Si todo esto no sale bien y nos quedamos como estamos, pues mira, tenemos una hija maravillosa y sabemos que lo intentamos por todos los medios. Por otro lado, no sé si le pasará a más gente pero también te ronda otro miedo, ¿y si vamos a peor? Yo siempre contesto lo mismo, que esto es la vida, y quien no se arriesga, no gana.

Con el tema del duelo genético me apetece contaros una conversación que tuve con mis padres: Ellos saben que mi bebé es de ovodonación y nunca me han hecho ningún comentario fuera de lugar, pero yo tenía la necesidad de verbalizar algunas cosas con ellos. Quería preguntarles si creían que iban a querer al bebé igual que a mi otra hija, si no lo iban a sentir diferente porque no llevaría sus genes. Era una respuesta que ya sabía o ya me imaginaba pero necesitaba oírla.

Fue una conversación muy emotiva e íntima y me ayudó a disipar mis miedos. Evidentemente depende de la persona y el tipo de relación que tengas, pero yo lo he preferido así.

Me siento super afortunada de tener los padres que tengo y creo que ese ejercicio fue una parte importante de la superación del duelo genético. Sabes que está bien por ese lado y eso me da tranquilidad.

Ahora sé que el día de mañana puedo estar tranquila que cuando mi hijo sepa más detalles sobre su origen, sabrá que las personas que más lo quieren ya lo saben y que eso no marca ninguna diferencia.

Otro de los problemas derivados de pasar por un tratamiento de reproducción asistida, y más si es ovodonación, que generalmente implica procesos más largos y con mayor desgaste emocional, es que necesitas todas tus energías centradas en este tema y evidentemente eso tiene un impacto en el resto de tu vida. En mi caso he tenido algún conflicto familiar al que no le he podido dedicar la energía que requería, he tenido que priorizar.

En otras circunstancias, me habría acercado más y esta vez, cuando lo he hecho, me han herido y no he tenido fuerzas para enfrentarlo y solucionarlo, así que me he alejado porque lo último que necesitaba eran más problemas. Con esto quiero decir que a veces en la vida toca elegir tus batallas y que no llegamos a todo. De la misma manera, los demás tienen las suyas y quizá tampoco llegan.

Si alguna me pidiera un consejo sin duda sería que habléis mucho con vuestra pareja, que los dos estáis pasando por lo mismo y que se trata de salir más fuertes de esto y si puede ser, con un bebé en brazos.

¡Mucha suerte a todas!"

 

Muchísimas gracias, Helena, por abrir tu corazón de par en par.

No dejéis de leer también la entrevista a Argia, donde comparte experiencia acerca de la maternidad con un hijo nacido sin tratamiento y otro hijo a través de ovodonación, tras sufrir la infertilidad secundaria.

Muchas gracias por estar ahí.

Nube.