lunes, 20 de diciembre de 2021

Cuando donar óvulos no es como debería ser

Hace unas semanas hice llamamiento para poder mantener una conversación con una donante “arrepentida” con la intención de comprender por qué se sintió así después de donar y con un poco de miedo por no saber si iba a encontrar hostilidad y reproche, aunque era algo a lo que me quería enfrentar para ponerme en su piel y tratar de llegar juntas a ver qué debería mejorar en el proceso para que casos como el de ella no volviesen a producirse en la medida de lo posible.

Unas manos se acercan entre destellos y en el centro aparece una fotografía de un corazón y varias monedas esparcidas

Tengo que decir que me he encontrado con una mujer con la que he empatizado muchísimo, que expresa sus sentimientos a la perfección y, una vez más, este tipo de iniciativas me sirven para conocer a personas maravillosas de las que aprender desde el respeto y la escucha. Gracias.


Jessica nos cuenta que donó por primera vez con 19 años. Ahora tiene 34 y está a punto de dar a luz a su primera hija, fruto de una FIV, cosa en la que profundizaremos a continuación.

Conoció la opción a través de carteles que vio en su instituto. En ellos aparecía la información de una manera sutil, ya que aparecía la palabra “gratificación” y no pago. Ese juego del lenguaje a ella le resultaba chocante, pero decidió dar el paso porque lo consideraba como una manera de ayudar a pagar sus estudios que podía compaginar con otros trabajos, era como un extra. Aparte de ayudar a otras personas, ganaba un dinero extra.

Para iniciar el proceso no tuvo una evaluación y seguimiento psicológicos como tales, sino una charla con la que imagina que era una psicóloga para ver si era apta para la donación, pero sin profundizar en cómo le podría afectar a largo plazo.

A las citas prefería ir sola por decisión propia, ya que es una persona muy independiente, pero, por recomendación de la clínica, a la punción sí iba acompañada.

Algo que le incomodaba de las citas era que en su clínica compartía sala de espera con el resto de pacientes y posibles receptoras. Por edad era evidente que ella era donante y siempre se cuestionaba cómo su presencia podría hacer sentir a las mujeres que tuviesen que recibir ovocitos donados. Pensaba que quizás pudiera ser una situación dura para ellas.

Una vez terminado el proceso, nunca le dieron información ni de óvulos recuperados, ni maduros. Sólo después, al vivir su propio tratamiento, necesitó recopilar información y pudo obtener alguna.


Donó 6 veces en total, pero de las dos primeras no le dieron ninguna información por motivos que no vienen al caso.

En las donaciones de la que pudo tener datos supo que se obtuvieron de 34 a 65 óvulos, de los que fueron maduros de 28 a 56. 

Al menos una o dos veces fueron transferencia en fresco y el resto fue para banco.

No supo nada sobre la receptora, si fecundaron los óvulos, cómo evolucionaron, ni si alguno llegó a término. Ni siquiera posteriormente cuando se dirigió a ellos de cara a su propio tratamiento, debido a la ley vigente que garantiza el anonimato en ambos sentidos.

Le explicaban cómo administrar la medicación, pero en su propio tratamiento lo hicieron con más detenimento. 

Volviendo atrás le quedan cortas las explicaciones de aquellos momentos.


Cuando pasaba un tiempo y podía volver a donar, contaban con ella y volvía a hacerlo porque se sentía cómoda y bien tratada, además de sentir que estaba ayudando.

Siempre se cuidó mucho y siguió todas las recomendaciones, pero aún así, en la última punción, en la que obtuvieron 65 ovocitos, estuvo 3 días vomitando y tuvo que ingresar deshidratada. En ese momento en el que vio que su cuerpo se resentía decidió, lógicamente, que no iba a repetir la experiencia.


Las diferencias que encuentra con respecto a su propio proceso de FIV para ser madre fueron más a nivel mental y emocional, ya que consiguió implicarse más y ser mucho más consciente de todo el proceso: Se informó a fondo de la importancia de cada paso, de lo que suponía para su cuerpo y lo que podría salir mal. 

Fue más proactiva por la edad que tenía en cada etapa y también por el objetivo final diferente de cada una, ya que querer ser madre hace que todo cobre más relevancia y te impliques emocionalmente con el deseo de que todo salga bien.


En principio fue una experiencia positiva: era joven y su cuerpo se recuperaba sin dificultad, salvo en la ultima donación, pero tras su propia FIV, sintió que habían abusado de ella: Sospecha que le habrían administrado más medicación para sacar más óvulos y que la estimularon de más. Teme que todo ello pudiese desencadenar su problema de ovario poliquístico, problema que no dio la cara hasta la cuarta estimulación.

Hasta entonces conseguía unos 30 óvulos (también ése era el número aproximado conseguido posteriormente en su propia FIV) y pasó a casi el doble.

Además le dijeron que tener ovario poliquístico le iba a permitir quedarse embarazada en cuanto quisiera. Luego, al descubrir que para nada era algo bueno para su fertilidad, (sino para ellos, que en una estimulación conseguían muchos óvulos) se sintió engañada.


Aunque siempre se había sentido muy orgullosa de haber sido donante, la infertilidad convirtió algo bonito en algo con muchas aristas, y tuvo sentimientos encontrados al respecto porque se sentía culpable ante la posibilidad de que fuese la causa de sus problemas de fertilidad en la actualidad.

Si hubiese tenido la información que tiene hoy, no lo volvería a hacer, o al menos no en esa clínica, en esas condiciones ni tantas veces.


En el caso de que se levantase el anonimato no le importaría personalmente. Su única preocupación iría enfocada por el posible malestar que ello pudiera provocar en las personas que han recibido sus óvulos.

Tiene curiosidad por saber si nacieron bebés gracias a sus donaciones, pero no porque los considere propios ni mucho menos: son, según sus propias palabras, hijos de quienes los crían, los miman y los cuidan.

Ella siente que sólo hizo un regalo en ese momento, pero le gustaría saber si todo sirvió de algo. Si hizo feliz a alguien.

No le importaría conocerlos, siempre que a la otra parte no le afectara. Psicológicamente se encuentra preparada y si fuese de una forma adecuada sin que nadie se sienta mal, estaría dispuesta, porque cree que todo el mundo tiene derecho y merece saber de dónde viene.

Piensa que podría ser bonito si cada uno sabe el lugar que ocupa.

Cuando alguien le decía, al contar que había donado, que tenía hijos por ahí, ella decía claramente que no eran sus hijos, sino de quienes los cuidan.

Piensa que ya en la barriga de mami los bebés empiezan a recibir de ella y cuando nacen cogen gestos, rutinas… y se parecen a sus padres tanto que si no se dice que se es receptora de ovocitos donados, nadie se lo cuestionaría.

“Mi hija es solamente la que tengo en mi barriga” asegura. (Actualizo para contar que cuando le pasé el borrador para comprobar si se sentía reflejada en la presente publicación, me dio la noticia de que ya había dado a luz)


Como conclusión, reflexiona sobre qué habría cambiado, para haber mejorado su experiencia:

- Haber recibido información más detallada de cada fase del proceso para personas que no tienen conocimientos de reproducción asistida y qué finalidad tendría cada tipo de medicación para tomar la decisión con información más certera.

- Un seguimiento psicológico durante el proceso y después, tanto para donante como para receptora, y también revisiones médicas posteriores.

- Haber recibido la información de ovocitos recuperados y maduros en su momento después de cada donación, cosa que en otras clínicas sí sucedía.

- Salas de espera independientes para que no se produjesen situaciones incómodas.

- Añado que cuiden mucho la parte ética y mediquen lo justo para obtener un número de óvulos razonable para evitar problemas de hiperestimulación en las donantes, en la medida de lo posible.

Para la inmensa mayoría de receptoras es muy importante saber que no se comenten abusos con nuestras donantes y que las tratan con el mayor mimo y respeto.

Además creo que si las clínicas no actúan de una manera honesta a la larga es tirarse piedras sobre su propio tejado, porque el boca a boca puede funcionar para que tengan más dificultad para encontrar donantes. 

Por suerte creo que las clínicas actualmente intentan mejorar y ojalá este pequeño grano de arena sirva para que evalúen sus procedimientos y vean si actúan correctamente o si tienen aspectos que replantearse.


Para terminar, Jessica quiere que se entienda que fue cuando todo se complicó para su propia maternidad cuando todo tomó un cariz más feo.

Quizás al principio se arrepintiese más ante la incertidumbre de si podría conseguir ser madre y ante la dureza de todo lo que estaba viviendo transitando la infertilidad, pero ahora, que ya tiene a su hija en brazos (“lo que más quiero en el mundo”) le vuelve a reconfortar porque sabe que la alegría que siente la ha podido sentir la mujer receptora de sus óvulos y es la parte que le hace sentir bien de todo este tema.


Espero que te haya resultado interesante y pueda ayudar a alguien el que cuente su vivencia, razón por la que las dos hemos querido hacerlo.

Gracias por estar siempre ahí,

Nube.


miércoles, 13 de octubre de 2021

Infertilidad secundaria. Entrevista a Argia.

Hola ¿Qué tal estáis?

Hacía mucho tiempo que quería escribir sobre dos temas que me parecen muy interesantes y que despiertan muchas dudas, muchas veces relacionados, como son la infertilidad o esterilidad secundarias y la maternidad con origen diferente, como indico en el título.

Quizás sean temas poco tratados y he contactado con dos mujeres que se han encontrado en esa situación y generosamente han querido ofrecernos sus testimonios.

¿Qué sentimientos se experimentan cuando tras ser madre sin tratamiento no consigues volver a serlo sin ayuda?

Una vez conseguida esa segunda maternidad o embarazo ¿Qué diferencias existen, si las hay, entre ambas?

Intentaremos responder a éstas y otras preguntas de la mano de Argia y Helena, además, en el tema de maternidad con gameto propio/donado también puedo aportar mi propia experiencia.

Para que no quede un post interminable, he decidido dividirlo en dos que publicaré simultáneamente.

En uno contaremos con la entrevista con Argia y alguna aportación personal y en el otro, el relato, sin pausas, de Helena.

Trataremos aquí cómo Argia vivió su infertilidad secundaria y su posterior maternidad a través de la ovodonación.

Me siento muy orgullosa de contar con su experiencia, porque juntas compartimos nuestros procesos en su día, y porque es una superviviente, como nos contará. No hago spoilers y os dejo con ella.

Infertilidad secundaria y doble maternidad con gametos propios y donados

¿Cuánto tiempo tuvisteis de búsqueda para conseguir tu primer embarazo?

Me quedé embarazada de mi primer hijo después de cuatro o cinco meses de búsqueda natural.


¿Qué edad tenías al empezar a buscar el segundo embarazo?

Cuando comenzamos a buscar el segundo hijo, tenía cerca de 35 años, a los tres meses tuve una pérdida temprana en la semana 6.

Tardamos doce meses en pedir ayuda médica.


¿Qué sabías de reserva ovárica y fertilidad en general?

No tenía ni idea de reserva ovárica, nunca había leído nada sobre ello. De fertilidad, algo sabía, pero conceptos muy generales, sencillos, poco más.

Lo preguntaba porque una cosa que me llamó poderosamente la atención es que tras mi primer parto, recibí muchísima información sobre contracepción y me extrañó porque de fertilidad no se habla, pero hasta en ese momento, a lo contrario se puso mucho hincapié, no sólo en la adolescencia...


¿Cuándo y cómo empezaste a sospechar que podía haber un problema?

Sobre los seis u ocho meses de búsqueda, pero aún así esperamos algo más. Llegó un momento que después de leer información por internet, nos decidimos a acudir a una clínica y ya nos hicimos a la idea de que el tema se complicaba, por lo que no nos tomamos a mal el tener que hacer un tratamiento.

Estábamos concienciados y lo que queríamos era tener un segundo bebé. Mi pareja opinaba como yo, estaba mentalizado y por esa parte, íbamos a una, muy unidos y apoyándonos.


¿Tu hijo sabía que buscabas hermanito y que estabas en tratamiento?

No sabía que estábamos en búsqueda y mucho menos en tratamiento, era pequeño.


¿Cómo asumiste la donación?

Algo nos decía que cuando pedimos ayuda médica que íbamos a necesitar donación, mis ciclos irregulares me hacían sospechar. 

No hice ningún tratamiento con óvulos propios. No sé por qué tuve claro que no quería alargar en el tiempo el proceso para que fuera con gametos propios. Yo quería tener un segundo bebé y quise apostar por la opción que tuviera más éxito. No me veía capaz de pasar muchas estimulaciones, acumulación de ovocitos...

Después leí que había muchas chicas que optaban por la "cesta" de óvulos, pero no lo contemplé como opción en su día. Me resultaba duro física y emocionalmente.

Tampoco necesité cerrar ciclo de gametos propios, quizás porque ya tenía a mi hijo mayor. No lo sé. Por eso te decía que no había tenido duelo genético como tal. Para mí esos embriones eran nuestros aunque fueran de ovodonación.

Nos supuso muchas charlas en la pareja, mucha reflexión, pero teníamos claro que íbamos juntos en esto. No sé si he sentido el duelo genético. tengo mis dudas, porque no he sentido pena, ni angustia, ni demasiada preocupación de cara a la ovodonación.

Me parece totalmente lógico también que haya mujeres o parejas que lo intenten con gametos propios antes de tirar por gametos donados. Es normal querer cerrar ese ciclo antes de empezar otro. A mí no me queda la sensación de "¿y si hubiéramos intentado con mis óvulos?". Nunca lo he llegado a pensar. Quizás porque nuestro hijo mayor estaba en nuestra vida.


¿Notaste diferencia entre embarazos?

No he notado diferencias en los dos embarazos en cuanto a vínculo, miedos... Mi segundo bebé vino después de 3 pérdidas, así que fue un embarazo cuidado, lleno de ilusión, con mucha emoción y sentí mucha felicidad durante todo el embarazo. Sentíamos que era nuestra última oportunidad a pesar de tener dos embriones más congelados, pero no íbamos a luchar más después de tres pérdidas entre los dos embarazos.

Quería compartir también mi visión sobre este punto, porque en mi caso, al tener un embarazo sin tratamiento después de siete años de esterilidad que sólo se superó con ovodonación, la diferencia entre embarazos sí que estuvo, pero no por el tema genético, ya que con mi primer embarazo de ovodonación, conecté emocionalmente y me vinculé desde el principio, porque confiaba muchísimo en él. Sin embargo, en el segundo, sin tratamiento, sentía rechazo, porque al saber de mi baja calidad ovocitaria, estaba convencida de que no sería un embarazo evolutivo y que se malograría en algún momento. Quizás como medida de protección... Y me da muchísima pena y me genera mucha culpa... 

Lo que quiero decir es que el vínculo no está en los genes. Hay muchísimos otros factores.


¿Le contarás a tu bebé su origen?

A mí no me hubiera importado, pero mi pareja no quiere, dice que a quién le importa eso, así que, en principio, nos quedaremos así. Pienso que es una información que pertenece al niño o a la niña, ¿quiénes somos nosotros para contar nada? pero claro, no es fácil gestionarlo.


¿En el día a día notas diferencias con tus dos hijos en cuanto a vínculo?

A día de hoy no siento diferencia ninguna en ellos en cuanto a sentimientos, amor, cuidados, día a día... Me siento agradecidísima de que este pequeñín haya llegado a nuestras vidas, tan diferente a su hermano en todos los sentidos. Allá donde vamos es la sensación, llama la atención y a mí me llena de orgullo ser su mamá.

En mi caso, es totalmente así también, no hay diferencia, el amor hacia un hijo no se mide en parecidos, células o biología.


Y, para terminar, A partir de algún momento (eco, patada, nacimiento...) se olvida que no son tus óvulos o no se olvida y da algún pequeño pinchacito en el corazón al acordarse?

Sinceramente nunca tengo presente ni el tratamiento, ni la ovodonación. Cuando mi bebé era aún muy pequeñito, me diagnosticaron una enfermedad grave. Un shock muy fuerte, y aquello me hizo ver la fragilidad de la vida, que hoy estamos aquí y quizás mañana no, por tanto, he disfrutado del día a día a tope y desde muy dentro, así que no tenido mucho tiempo para ese tipo de pensamientos.

No sé, es como que me di cuenta de que lo importante es estar vivos y que soy afortunada de tener la familia que tengo.

Nunca tengo presente su procedencia, ni lo que nos costó, ni nada. Se quedó con nosotros y somos afortunados. Nunca he sentido ese pinchazo de angustia, ni cuando me preguntan a quién se parece (pregunta diaria casi, porque llama mucho la atención en nuestro entorno). 

La pregunta del parecido me hace mucha gracia, nunca he sentido angustia ni rechazo por ello.

No es una negación de su procedencia, pero no tengo en mi mente todo su proceso. Me gusta recordar días concretos del tratamiento, aniversario de la transferencia, del positivo... pero en el día a no lo tengo en mi cabeza.

Tampoco ha tenido problemas de salud que estén vinculados con genética ni herencias, quizás si hubiera sido así, me sentiría más removida, más que nada por la incertidumbre, pero no, ahora mismo me siento en calma y sin angustia.

En mi caso no puedo decir que no lo recuerde nunca o que lo haya olvidado, pero no me supone ningún pinchacito más allá de la responsabilidad de hacerlo bien a la hora de revelar su origen, que en nuestro caso es nuestra opción. Al ya ir contando cositas para normalizarlo, lo tengo presente a menudo y quiero que ella también sea consciente de que para que naciese, además del amor de papá y mamá, actuaron en la ecuación unos doctores, embriólogos, enfermeras... y una chica que nos donó su óvulo, y que todos y cada unos hicieron posible que ella sea nuestra niña y que esté aquí con nosotros.


¿Algo más que quieras compartir?

Argia significa luz. La enfermedad es el revulsivo/impulso que hace que simplifiquemos la vida, ya que, cuando todo pende de un hilo, ¿qué importancia tiene lo demás? 

El mismo año fue el nacimiento de mi bebé y el diagnóstico de mi enfermedad. En mi fuero interno pensaba: "¿Tanto hemos luchado para que nuestro segundo hijo llegue a este mundo y ahora me voy a morir dejado a mi marido con dos peques?... Fue duro el proceso...

Mil gracias por tu presencia, Argia, me ha hecho especial ilusión contar con tu testimonio por lo que nos une y por tu historia de superación. Me alegra muchísimo que estés aquí, que estés bien, y que tengas una familia tan bonita de la que poder disfrutar día a día.

¡De nada! Sé que nuestros casos no son los más habituales y está genial poder difundir experiencias por si pudiera ayudar. En su día a mí me supuso un apoyo terrible encontrar a nuestras primeras mamás ovo en Twitter.


Con su impresionante lección de vida nos quedamos.


Y a ti, muchas gracias por estar aquí y leernos, recuerda que también puedes leer la historia de Helena, otra experiencia de infertilidad secundaria, aquí.

Nube.

Infertilidad secundaria. La historia de Helena.

Hola, ¿Cómo estáis?

Hacía mucho tiempo que quería escribir sobre dos temas que me parecen muy interesantes y que despiertan muchas dudas, muchas veces relacionados, como son la infertilidad o esterilidad secundarias y la maternidad con origen diferente, como indico en el título.

Quizás sean temas poco tratados y he contactado con dos mujeres que se han encontrado en esa situación y generosamente han querido ofrecernos sus testimonios.

¿Qué sentimientos se experimentan cuando tras ser madre sin tratamiento no consigues volver a serlo sin ayuda?

Una vez conseguida esa segunda maternidad o embarazo ¿Qué diferencias existen, si las hay, entre ambas?

Intentaremos responder a éstas y otras preguntas de la mano de Argia y Helena, además, en el tema de maternidad con gameto propio/donado también puedo aportar mi propia experiencia.

Para que no quede un post interminable, he decidido dividirlo en dos que publicaré simultáneamente.

En uno contaremos con el relato, sin pausas, de Helena, y en el siguiente, tendréis la entrevista con Argia y alguna aportación personal.

Allá vamos sin más dilación y os dejo con Helena y sus palabras, sin resumir, porque considero que perdería intensidad su historia. 

Nos hablará de infertilidad secundaria y el largo camino recorrido hasta su actual y celebrado embarazo evolutivo de ¡ya más de 20 semanitas!:

 

Infertilidad secundaria y doble maternidad

"Conozco a mi pareja desde que éramos adolescentes, aunque no nos hicimos pareja hasta muchos años después. Como ya nos conocíamos tanto, enseguida decidimos ir a por el bebé y nació nuestra hija: un embarazo natural, buscado y que vino a la primera. Todo maravilloso. Yo cumplía los 36 ese mismo verano.

Habíamos hablado mil veces sobre la familia que nos gustaría formar y nos imaginábamos con tres peques, así que cuando nuestra hija cumplió año y medio fuimos en busca del hermanito.

Como la vez anterior, en cuanto me vino la regla me volví a quedar embarazada. Tenía 37 años y medio. La ilusión era tremenda.

Igual que en el primer embarazo, decidimos hacer el test de diagnóstico prenatal no invasivo. Esta vez los números del triple screening no habían salido tan bien como la vez anterior, pero no nos imaginábamos lo que estaba por venir.

Cuando estaba embarazada de 13 semanas fuimos a recoger el resultado del test, hacía una semana me había hecho una ecografía y todo iba fenomenal. Cuando vi el resultado con trisomía 21 se me vino el mundo encima.

En ese mismo momento, como la consulta de mi ginecóloga está en el mismo hospital donde recogí el test, subimos a compartir resultados.

Nos dijeron que había que hacer una biopsia de corion para confirmar el diagnóstico y mientras llegaba el especialista me hicieron una ecografía. El corazón de mi bebé se había parado. En ese momento mi mundo también se paró, había perdido a mi pequeñín. Estaba a punto de cumplir los 38.

Me dijeron que esto sucede, que es normal. Así que pasé un par de meses como pude, secando mis lágrimas y cuando quisimos volver a intentarlo se cruzó una piedra en el camino: Me diagnosticaron una enfermedad contagiosa que había contraído en el trabajo, de esas que pensabas que no circulaban desde el siglo XVIII... Y eso me obligó a tomar una medicación muy fuerte y posponer mis planes de maternidad otros seis meses más.

A nivel psicológico me afectó bastante porque veía que iba cumpliendo años y se iba retrasando.

En cuanto acabé el tratamiento me dijeron que ya podía volver a intentarlo y allá que fuimos.

Me quedé enseguida embarazada. Tenía casi 39 años.

Esta vez en la semana 6 empecé a sangrar y también lo perdí. No me supieron decir el motivo, de nuevo era "normal".

Había vuelto a perder un bebé, sólo eran 6 semanas, pero era tan deseado y esperado... El dolor no se mide en semanas.

Pasados los dos meses de rigor, volvimos a intentarlo y otra vez me volví a quedar embarazada enseguida. Tenía algo más de 39 años.

Esta tercera vez iba muerta de miedo, con mucha prudencia y de nuevo tuve un sangrado que acabó en aborto en semana 9.

Otra pérdida. Otro mazazo: el definitivo.

Habíamos llegado al final de una vía. Necesitábamos ayuda profesional.

Esta vez pudimos analizar el embrión y tenía trisomía 13 y 18. Gracias a este resultado pudimos empezar nuestro camino en la reproducción asistida con una pista fiable: Teníamos un problema con la calidad de los embriones.

Llegado este punto, yo estaba emocionalmente devastada. Por un lado, la frustración de haber estado embarazada hasta en tres ocasiones y ver que tu sueño se escapa.

Has pasado meses en los que te has hecho ilusiones, habíamos pensado cómo anunciar a nuestra hija que tendría un hermanito, habíamos proyectado nuestro siguiente verano... y esa imagen se alejaba.

Cada vez te va costando más ilusionarte y confiar en que las cosas irán bien.

Mientras tanto, a tu alrededor no dejan de anunciar embarazos y piensas: ¿por qué en mi caso es diferente? ¿por qué no lo consigo?. Y cada vez que te dicen eso de "la naturaleza es sabia" se te clava una espinita; y cada vez que te dicen "tienes que relajarte y llegará" piensas si todas esas embarazadas que hay a tu alrededor, que trabajan el doble de horas que tú, que no dejan de quejarse del estrés que sufren, estarán relajadas... Porque tú haces deporte, meditas, cuidas tu alimentación y pasas tiempo de calidad con la gente que quieres, pero todo eso no es suficiente.

Nuestro deseo de volver a ser padres era tan fuerte que enseguida nos pusimos a buscar alternativas, teníamos dos: adopción y reproducción asistida. Fuimos a por ambas.

Nos apuntamos a una charla sobre adopción y ese mismo día nos inscribimos en la lista de espera para pasar la idoneidad para adopción nacional. Llevamos en la lista de espera desde diciembre del 2019, escribo esto en julio de 2021 y aún no nos han llamado. Y ese paso sólo es para pasar la idoneidad.

En ocasiones algunas personas juzgan a quienes acudimos a reproducción asistida diciendo que con la de niños que hay en el mundo es más fácil adoptar, bueno, pues doy fe de que no lo es.

Como he dicho, iniciamos las dos vías en paralelo, así que empezamos a visitar clínicas de fertilidad. Visitamos unas 7 porque queríamos conocer diferentes opiniones, empaparnos bien del tema e informarnos muchísimo.

En la primera clínica a la que fuimos nos cobraron 150 euros por la primera consulta, salí de allí con las recetas ya de la medicación para hacerme la estimulación, es decir empezar a pincharme, pero decidí no hacerlo, decidí seguir informándome.

Habrá a quien eso le funcione pero a nosotros nos pareció demasiado precipitado. Pagamos muy caro cada fracaso, económicamente y sobre todo, emocionalmente, así que no quería jugármela tan rápido. No quería tener otro aborto.

Mientras íbamos visitando más clínicas iba haciéndome diferentes pruebas.

Por primera vez en mi vida me hablaron de reserva ovárica. Desde que me vino la regla por primera vez he hecho mis revisiones ginecológicas y nunca nadie me habló de ello. Me salió 0,7, era bajita, pero había que intentarlo.

Cuando nos decidimos sobre la clínica y el tratamiento, empecé con el Testogel y cuando ya me tocaban los pinchazos llegó el confinamiento y cancelaron el tratamiento y la punción. Tuve que esperar dos meses a que se reanudaran los tratamientos.

Si una cosa he ido aprendiendo en este mundo de la infertilidad es que los imprevistos y las esperas son de lo más habitual y de lo primero que tienes que armarte es de paciencia porque no controlas nada.

A finales de Mayo del 2020, en plena pandemia por COVID, por fin empecé mi primer tratamiento de fecundación in vitro.

Iba con mi justificante de desplazamiento por visita médica, las carreteras vacías, las calles vacías y yo iba sola a las visitas de control porque tenía un objetivo claro, iba a ser mamá.

De la primera estimulación conseguí 9 óvulos. Nada mal para mi AHM y estar casi a punto de cumplir los cuarenta. Cinco días después llegaron tres a blastocisto, les hicieron la biopsia y al frigo.

Con el buen resultado de óvulos que habíamos obtenido de la primera punción, la doctora me propuso hacer duo-stim, una segunda estimulación en el mismo ciclo, que se inicia 5 días después de la punción y fuimos a por ello.

Conseguí más o menos el mismo número de óvulos pero en este caso sólo uno llegó a blastocisto. Cuando recibimos el resultado del  DGP (Diagnóstico Genético Pre-implantacional) de los cuatro, tres eran aneuploides y uno mosaico, es decir, no concluyente.

Yo tenía pánico a tener otro aborto. Nos asesoramos con varios profesionales sobre la posibilidad de transferir el embrión mosaico y finalmente tomamos una decisión difícil: No lo íbamos a transferir porque nos habíamos metido en el mundo de los tratamientos para conseguir un bebé, para jugar al azar lo podíamos seguir intentando de manera natural.

Mi pensamiento era que el día que me haga una transferencia quiero tener una seguridad de que va bien y no de estar jugando a la lotería de nuevo.

Decidimos hacer un tratamiento más y como la estimulación anterior había ido bien, repetimos la misma medicación.

Ya iniciado el tratamiento empecé a leer en la #Infertilpandy que en muchas ocasiones a la baja calidad ovocitaria se sumaban problemas en el semen que no se detectaban con las pruebas que ya habíamos hecho, seminograma y FISH.

Le comenté a mi chico que quería hacer el COMET, un test para ver la fragmentación de la doble cadena del ADN espermático. Al principio, él era un poco reacio porque esa idea venía de lo que yo había leído en redes sociales y no de lo que nos habían aconsejado los doctores.

Al final, yo creo que por contentarme, accedió a hacerse el test. El resultado fue alto porcentaje de fragmentación (80%), así que aplicaron Fertile chip en laboratorio y conseguimos otros dos blastos. Aún así, ninguno era bueno. El DGP nos dijo que los dos eran aneupolides, así que bueno, ahí acabó mi experiencia con la fecundación in vitro...

Yo ya tenía 40 años y mi hija ya tenía 4 y yo quería tres y todos seguidos, veía que el tiempo iba corriendo en contra y no tenía más tiempo ni dinero que perder.

Decidimos tomarnos el verano de descanso. Emocionalmente necesitaba digerir todo lo que había pasado. Las tres estimulaciones habían sido en apenas tres meses y necesitaba procesarlo.

En ese momento el duelo genético no fue algo que me afectara tanto, lo acepté y lo abracé porque mis posibilidades de ser madre no se acababan ahí, nos quedaba la vía de la ovodonación, así que de entrada eso era lo más importante, aún había esperanza. Sin embargo, llegado el otoño, cuando ya estaba en la clínica buscando donante, me vino el bajón del duelo genético y busqué ayuda psicológica.

En mi caso tengo decir que no he tenido miedo a quererle diferente, esa duda no le ha tenido nunca, pero sí que, al final, tengo una hija de mi óvulo y ahora voy a tener otro que no, y eso sí me creaba ciertas inseguridades y miedos.

Pienso si en el futuro se van a sentir diferentes, si el segundo se va a sentir menos hijo mío por no ser mi óvulo... Me ayudaron muchísimo las sesiones con la psicóloga.

También hice una sesión con la psicóloga de la clínica de fertilidad, que me ayudó a tomar con más naturalidad cómo compartir esa información con mi hijo llegado el momento. Cada familia debe decidir con quién va a compartir esa información, en nuestro caso sólo lo compartimos con nuestros padres y cuando llegue el momento se lo contaremos a nuestros hijos.

Como he dicho antes, este camino está lleno de esperas y para encontrar una donante tuvimos que esperar tres meses ya que hicieron varios cruces que resultaron ser no compatibles.

Buscábamos una donante con fertilidad probada y mi pareja es portador de 3 mutaciones genéticas, así que nos teníamos que asegurar que la donante no fuera portadora de las mismas.

Finalmente encontramos donante y el tratamiento fue muy bien, conseguimos siete blastos y tras el DGP, cinco de ellos eran euploides.

Cuando haces tratamiento de ovodonación, como la donante siempre es menor de 35 años no es necesario hacer DGP pero en nuestro caso preferimos hacerlo.

De no haberlo hecho quién sabe, quizá el primero de los embriones que me hubieran transferido hubiera sido un aneupliode, habría tenido que pasar por un aborto y sobretodo habría tenido la incerteza de no saber qué ha ido mal. Ahora tenemos cinco blastos euploides, me he transferido uno y tengo la tranquilidad que todo lo que hemos podido preveer está controlado, y si por lo que sea no va bien, sabemos que no será estadística ya que a ninguna edad el 100% de los embriones son sanos, sabremos que nos falta mirar alguna cosa, que algo se nos ha pasado por alto.

Cuando estaba apunto a hacerme la transferencia, como había visto en la #Infertilpandy que varias chicas habían tenido problemas con la ventana de implantación, pregunté a mi doctora sobre el test endomeTRIO. Ella me dijo que al tener una hija y haber tenido varios embarazos sin problemas no creía que tuviera problema con la ventana de implantación, y que hacer el test implicaría que la transferencia no podría ser en ciclo natural, pero que si quería podía mirarme la microbiota. Y suerte que sí quise.

Como mirar la microbiota era simplemente preventivo para ir más tranquila y nada hacía pensar que podría salir alterada, empezamos a preparar la transferencia. 36 horas antes recibí una llamada de mi doctora, la microbiota había salido alterada y teníamos que cancelar. Imaginaos el chasco por un lado y el alivio por otro...

Con esa microbiota la transferencia hubiera acabado en un aborto. Tras consultar con un microbiólogo, la doctora me envió el cocktail de medicación y tres semanas después de haber tomado los antibióticos y combinación de 3 probióticos repetimos la microbiota. En esta segunda prueba ya no había patógenos, aunque el nivel de lactobacillus no era el óptimo. Aún así, valoramos que como el resultado de la microbiota tarda tres semanas en realidad mi situación era mejor de lo que ponía en la microbiota y decidimos programar la transferencia, que esta vez sí pudimos hacer.

Fue muy emocionante ver que por fin se culminaba un proceso, ver como ese pequeñín ya estaba dentro de mí y ahora empezaba mi papel.

Cuando haces ovodonación hay un momento en que te sientes fuera del proceso. Es tu donante quien hace la estimulación, tu pareja la que va a dar la muestra y tú eres sólo una espectadora. Pues bien, el día de la transferencia por fin llegaba mi momento de decirle a ese bebé que soy su madre, que lo voy a cuidar y que por favor se quede.

Ha sido un camino bastante difícil, bueno, lo está siendo, porque no ha acabado, mientras escribo estas líneas estoy embarazada de 9 semanas. He de decir que uno de mis pilares principales en todo este proceso, aparte por supuesto de mi pareja que ha sido sin duda mi mayor apoyo, ha sido la #Infertilpandy, un grupo de mujeres que estamos o hemos pasado por experiencias similares, donde nos escuchamos sin juzgarnos, donde nos asesoramos, nos acompañamos, nos consolamos cuando las cosas van mal y nos alegramos por nuestras compañeras cuando las cosas van bien, porque esos éxitos nos dan esperanza a todas.

Todo eso es muy difícil encontrarlo en otro sitio, al final las personas a las que más quieres acaban haciendo un comentario con muy buena intención pero no por eso menos hiriente.

Aún recuerdo como personas de mi familia después de tres abortos, cuando les comentamos que íbamos a ir a una clínica de fertilidad nos decían que nos quedáramos como estamos. Es cierto, estábamos muy bien, con una hija maravillosa y eso nunca lo hemos perdido de vista, pero si nosotros queremos luchar por nuestro sueño, es una decisión personal y escuchar que hay quien piensa que te estás equivocando no ayuda ni aporta nada.

Tanto mis padres como mis suegros han tenido una actitud admirable, hemos sido totalmente transparentes con ellos en todo el proceso y nunca nos han hecho ningún comentario fuera de lugar, nos han escuchado y acompañado sin preguntar, sólo han estado ahí y eso es lo más importante, no hace falta nada más.

Mi marido y yo tenemos un mantra: "Que nuestro sueño no empañe nuestra realidad, que es preciosa".

Si todo esto no sale bien y nos quedamos como estamos, pues mira, tenemos una hija maravillosa y sabemos que lo intentamos por todos los medios. Por otro lado, no sé si le pasará a más gente pero también te ronda otro miedo, ¿y si vamos a peor? Yo siempre contesto lo mismo, que esto es la vida, y quien no se arriesga, no gana.

Con el tema del duelo genético me apetece contaros una conversación que tuve con mis padres: Ellos saben que mi bebé es de ovodonación y nunca me han hecho ningún comentario fuera de lugar, pero yo tenía la necesidad de verbalizar algunas cosas con ellos. Quería preguntarles si creían que iban a querer al bebé igual que a mi otra hija, si no lo iban a sentir diferente porque no llevaría sus genes. Era una respuesta que ya sabía o ya me imaginaba pero necesitaba oírla.

Fue una conversación muy emotiva e íntima y me ayudó a disipar mis miedos. Evidentemente depende de la persona y el tipo de relación que tengas, pero yo lo he preferido así.

Me siento super afortunada de tener los padres que tengo y creo que ese ejercicio fue una parte importante de la superación del duelo genético. Sabes que está bien por ese lado y eso me da tranquilidad.

Ahora sé que el día de mañana puedo estar tranquila que cuando mi hijo sepa más detalles sobre su origen, sabrá que las personas que más lo quieren ya lo saben y que eso no marca ninguna diferencia.

Otro de los problemas derivados de pasar por un tratamiento de reproducción asistida, y más si es ovodonación, que generalmente implica procesos más largos y con mayor desgaste emocional, es que necesitas todas tus energías centradas en este tema y evidentemente eso tiene un impacto en el resto de tu vida. En mi caso he tenido algún conflicto familiar al que no le he podido dedicar la energía que requería, he tenido que priorizar.

En otras circunstancias, me habría acercado más y esta vez, cuando lo he hecho, me han herido y no he tenido fuerzas para enfrentarlo y solucionarlo, así que me he alejado porque lo último que necesitaba eran más problemas. Con esto quiero decir que a veces en la vida toca elegir tus batallas y que no llegamos a todo. De la misma manera, los demás tienen las suyas y quizá tampoco llegan.

Si alguna me pidiera un consejo sin duda sería que habléis mucho con vuestra pareja, que los dos estáis pasando por lo mismo y que se trata de salir más fuertes de esto y si puede ser, con un bebé en brazos.

¡Mucha suerte a todas!"

 

Muchísimas gracias, Helena, por abrir tu corazón de par en par.

No dejéis de leer también la entrevista a Argia, donde comparte experiencia acerca de la maternidad con un hijo nacido sin tratamiento y otro hijo a través de ovodonación, tras sufrir la infertilidad secundaria.

Muchas gracias por estar ahí.

Nube.

Somos #Infertilpandy

Somos #Infertilpandy